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domingo, 14 de octubre de 2012

Arístides Valdés Guillermo. Esbozos con figura de muchacha


INTERMEZZO

                                                 
Nadie sabrá que tú lanzas
toda la luz a mi encuentro,
que ––hada feliz–– hacia el centro
de mi otoño te abalanzas.
Nadie sabrá que le amansas
a mi nombre su espejismo
ni que, huyendo del abismo
donde me descubro a veces,
hecha de palabras, creces
desde el fondo de mí mismo.

Nadie sabrá que tú existes
cuando en la noche te hundes,
Arístides Valdés Guillermo
Esbozos con figura de muchacha
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cuando, hambrienta, le confundes
el corazón a los tristes.
Nadie sabrá que resistes
de lo incierto la mordida
ni que, sudando aterida
junto al frío que me asedia,
tu soledad le remedia
su soledad a otra vida.

Nadie sabrá que, ya inerte
la ponzoña del vacío,
victimaria de mi hastío,
tú escaparás de la muerte.
Nadie sabrá que la suerte
de tu ser ––su ejecutoria––
será quebrantar la noria
que sediento me ha dejado,
para hundir en mi costado
las flechas de tu memoria.

Pero tú sabes mi duende,
sus caprichos, su estocada.
Tú sabes que esa emboscada
de tus labios me sorprende.
Tú sabes cómo se aprende
tu desnudez mi costumbre.
Tú sabes que con la lumbre
de tu sueño me acorralas
porque, soñando, te igualas
a una estrellita en la cumbre.


martes, 7 de diciembre de 2010

Arístides Valdés Guillermo. Meditaciones del náufrago


ADVENIMIENTO DEL PEQUEÑO PRÍNCIPE

                                                                                          Freddyarián

                                                                  
Advienes, con tu tamaño
de niño recién despierto,
y ábrese a mi voz el puerto
de tus alas.
                    Casi huraño,
presumo el color extraño
de tus besos en mi almohada.

(Lejos,
            detrás,
                         lacerada
por esta emoción que muerdo,
yace como en un recuerdo
la tristeza derrotada.)

Arístides Valdés Guillermo
Meditaciones del náufrago
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Ah, principito que enciendes,
travieso, la rosa mustia
de un sueño, que de mi angustia
luminoso te sorprendes:

¡Cuánto vuelo le suspendes
al dolor que a veces grito!

¿Cómo será el caballito
hecho con la espalda triste
de un padre que sólo existe
porque tú estás, principito?

Ahora lo sé: no ha derecho
a dormir quien tiene un hijo.

Trémulo, hacia ti dirijo
los minutos de mi pecho.

Ya no habrá camino estrecho
ante la sed de tus plantas.

Ya, con la luz que adelantas                                                
al encuentro de lo impuro,

tendrá su cielo seguro
la estrellita que levantas.

Por ti, los cuchillos ciegos
de la muerte se demoran

y, al sol que alimentas, doran
su soledad los labriegos.

Por ti, retorno a los juegos
de la infancia que se fuera

con su luz, con su manera
de iluminármelo todo.                                               

Por ti, aprendo que hay un modo
de soñar la primavera.