Freddyarián
Advienes, con tu tamaño
de niño recién despierto,
y ábrese a mi voz el puerto
de tus alas.
Casi huraño,
presumo el color extraño
de tus besos en mi almohada.
(Lejos,
detrás,
lacerada
por esta emoción que muerdo,
yace como en un recuerdo
la tristeza derrotada.)
Arístides Valdés Guillermo Meditaciones del náufrago Descargar |
Ah, principito que enciendes,
travieso, la rosa mustia
de un sueño, que de mi angustia
luminoso te sorprendes:
¡Cuánto vuelo le suspendes
al dolor que a veces grito!
¿Cómo será el caballito
hecho con la espalda triste
de un padre que sólo existe
porque tú estás, principito?
Ahora lo sé: no ha derecho
a dormir quien tiene un hijo.
Trémulo, hacia ti dirijo
los minutos de mi pecho.
Ya no habrá camino estrecho
ante la sed de tus plantas.
Ya, con la luz que adelantas
al encuentro de lo impuro,
tendrá su cielo seguro
la estrellita que levantas.
Por ti, los cuchillos ciegos
de la muerte se demoran
y, al sol que alimentas, doran
su soledad los labriegos.
Por ti, retorno a los juegos
de la infancia que se fuera
con su luz, con su manera
de iluminármelo todo.
Por ti, aprendo que hay un modo
de soñar la primavera.
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